Conocí a Christine Nöstlinger gracias a mi madre y a su suscripción al Círculo de Lectores, esa especie de «club» donde si no recuerdo mal, estabas obligado a comprar algo cada mes[1]. Mi madre siempre me animó a leer mucho y el círculo ofrecía un catálogo bastante extenso en el que poder escoger entre un montón de historias orientadas a jóvenes enganchados al Bollycao como yo.
Así fue como descubrí una de las obras infantiles de Christine, «Me importa un comino el rey Pepino». Si bien no recuerdo la edad que tendría al leerlo ni el argumento, lo cierto es que jamás se me ha olvidado el título. Tenía mucho más punch que «Mi Tío Teo».
Pegamos un salto temporal de un buen puñado de años, hasta el 2008, para acercarnos a otro recuerdo imborrable: este momentazo de Joan Laporta, expresidente del F.C. Barcelona, cuando se dirigía durante uno de sus discursos a las peñas del equipo culé.
No se vayan todavía porque aún nos queda otro salto adicional. Este nos transporta a noviembre de 2019 donde Guzmán me recomendaba leer El sutil arte de que (casi todo) te importe una mierda. Imposible saber si me gustaría o no… pero con ese título tenía que comprobarlo.
A estas alturas aún no lo he completado del todo pero puedo animar a cualquiera a pegarle un repaso. Se trata de un libro bastante ligero, con tufillo a autoayuda, que incluso ha conseguido que sonría en alguna ocasión. Curiosamente hablé con Diego a final del año pasado y, entre otras cosas, compartí con él que solo tenía un propósito REAL para 2021: sonreir un poquito más. Lo sé, muy mister wonderful.
¿Qué tienen en común la aventura del rey Pepino, la frase de Laporta y el libro recomendado por Guzmán? A priori no mucho la verdad. Hmmm… Voy a ver si puedo seguir enmarañando la trama de este post. ¡Que entre Twitter en escena!
Creo que en términos generales muchos nos podríamos sentir identificados con este comentario en voz alta de Cris. Hasta es posible que nos hayamos cruzado con tweets similares en algún otro momento. Si más de 300 millones de personas usan Twitter[2], digo yo que puede que nos encontremos con alguno parecido, sí.
A mí leer el tweet de Cris me hizo recordar Evasión.
Evasión es un artículo firmado por Borja Ventura en la edición impresa de Jot Down nº 3 allá por 2014 y que al no poder encontrarse disponible para leer digitalmente, me permitieron reproducir íntegramente en este rinconcito.
Curiosamente hoy Samuel Gil publicaba una reflexión titulada Alquimia. Me hizo gracia leerla y encontrar una frase que encajaba perfectamente en la idea que quería transmitir aquí hoy. Dice Samuel lo siguiente:
Será que me hago mayor pero tengo la sensación de que hemos entrado en una tendencia muy poco recomendable en la que creemos que absolutamente todo es importante y no nos han preparado realmente para lidiar con algo así. ¿Realmente es tan vital la foto que comparto de mi nuevo rollo de papel higiénico? ¿Es necesario defender prácticamente como si nos fuera la vida en ello un argumento sobre el último disco de C. Tangana? ¿No estás actualizado a la última versión de Figma? ¿Me estás diciendo EN SERIO que no escribes una newsletter? ¡Sapristi!
Esta vorágine, infoxicación y ansiedad vienen condicionados habitualmente por factores externos como tu jefe en el trabajo, un compañero touchballs, un usuario en Twitter que sabe más que tú de tu propia vida, tu vecino el del quinto, tu gobierno o tu famila. Y luego están las zancadillas que nos ponemos nosotros mismos derivadas de los famosos síndromes del impostor y FOMO ya que nos ponemos.
Que hay cosas que están mal no lo voy a negar. Pero quizá debamos enfocar nuestros esfuerzos de otra manera. Quizá sea bueno entender que está bien ser mediocre. Quizá no pasa nada por no estar tan a la última o dejar Twitter unos días. Quizá debamos aceptar que hay gente que puede hacer 20 cosas y nosotros solo 2. Quizá debamos ponernos menos la zancadilla nosotros mismos.
Y ojo, sé que todo esto es muy fácil decirlo cuando tengo la nevera llena y estoy sentado desde mi cómoda silla (de Ikea) mientras escribo gracias al MacBook Pro que me han proporcionado en mi trabajo actual. También tengo la calefacción puesta, no vaya a ser que coja frío.
No digo que la vida sea simplemente un juego; pero quizá, solo quizá, debamos pensar qué podemos hacer para sonreír un poco más y que nos importe un poco menos el rey Pepino. Así que al loro, que no estamos tan mal y hay cosas que realmente lo único que se merecen es que nos importen una mierda.
Referencias
Me siento tan identificada que no puedo dejar de dejar una respuesta…
Yo me di cuenta hace un par de años, y desde entonces he rebajado la «intensidad» al mínimo para lo que no es importante de verdad, y creo que estoy más feliz que nunca. Creo que en el fondo es darse cuenta de que no hay que demostrar nada a nadie, ni si quiera a uno mismo.
Ahora miro a la gente que hace tanto… y no dejo de admirarla, ojo, pero me pregunto si algún día también cambiarán de perspectiva. Quizá son momentos vitales, sin más.
¡Qué gusto verte por aquí, Chavalina! Recuerdo tus últimas actualizaciones «bloggeriles» y personalmente creí entrever que ya habías iniciado esa etapa de calibración y ajuste sobre este asunto.
Para mi es justo lo que dices, se trata de momentos vitales. A veces son periodos de años y a veces puede ser cuestión de días. Pero nos vemos tan condicionados por todo lo que nos rodea que creo que es importante dejar de flagelarnos e intentar ver las cosas de otra manera para acercarnos realmente a eso que interpretamos por «estar bien».
Eso y que nos hacemos mayores 😀
PD: ¡Anímate a volver a escribir!
Yo iría mucho más allá en la dirección que pones sobre la mesa… pero no quiero liarla… si montas un podcast lo hablmos 🤣
Lo que si puedo decir es que quien tenga la sensación de que está haciendo algo mal en su vida, no deje pasar la ocasión de intentar cambiarlo. Normalmente nuestras vocecitas interiores son señales que tienen mucha mas importancia que la que les queremos dar (por mil motivos).
Espero que logres ese propósito, aunque sea un poquito. Yo este año lo estoy petando 🙂