Veréis, yo no soy fotógrafo pero sé que el trabajo de gente como míster Acedo es necesario y cuenta como un factor de valor añadido a la hora de enriquecer la experiencia visual de un proyecto web. O un díptico. O un catálogo.
También se podría decir lo mismo de gente como HECQ [en] o de portales como Megatrax [en] (nunca olvidaré este tema que acompañaba el portfolio de un estudio de ilustración).
Cuando los presupuestos son recortados, hay que tirar de otras soluciones para intentar que el resultado sea igualmente decente teniendo en cuenta los recursos limitados. Y cuando aún tienes que bajar un escalón más, al menos intentas ayudar en la medida de lo posible a conseguir un buen resultado final. Algo que tengas ganas de enseñar y, sobretodo, que ayude al cliente en lo que necesita. Algo que con pocos recursos te haga estar orgulloso. Y no me refiero a que gráficamente sea lo más awesomizante creado hasta la fecha, me refiero a que sea una buena solución para el problema planteado.
Es por eso que realmente me duele cuando determinados proyectos se empiezan a estropear cuando se ha conseguido llegar a un resultado que satisface a ambos: al cliente (obvio) y a mí como profesional del mundillo (entrecomillado xD) . Porque no sabéis lo que le duele al aquí presente tener que entrar en el «modo fábrica».
El modo fábrica es aquel que activo cuando el cliente tiene muy claro lo que quiere y no se corresponde con aquello que sabes que no es lo ideal y por tanto no es lo que le asegurará un mejor resultado. También lo activo cuando te das cuenta que estás más metido en el proyecto que el propio cliente. Terminas dándote cuenta que (salvo honrosas excepciones) eso no va a terminar bien. Tiempo de más en un proyecto que no lo permite y pocos agradecimientos a cambio.
Siempre he sido fiel defensor de que al cliente hay que educarlo y ayudarlo. Educarlo porque los hay que no saben realmente lo que cuesta hacer las cosas. Ayudarlo porque quizá venga con una buena idea y pones todo de tu parte para llegar a buen puerto. Pero como decía Antihéroe en los comentarios de esta entrada, todavía hay mucho comedor de callos y no puedes estar gastanto tiempo y esfuerzos continuamente ante una batalla perdida de antemano. Por eso pienso que, muchas veces, no soy yo. Es él.
Independientemente de haber activado el modo fábrica durante el proceso, me siento feliz por cada proyecto acabado bien. No me veréis hablar de premios porque los míos no se dan en eventos. Los míos son cada uno de los clientes satisfechos que tenemos. Sí que es cierto que me gustaría que algunos hubieran salido mejor (y no me refiero al presupuesto porque con pasta casi todos seguro que hacemos maravillas) sino simplemente a que el cliente se hubiese dejado asesorar más. Y si luego la cosa sale mal, estaría dispuesto a aceptar totalmente mi culpa. Para eso está contratando a un profesional.
Estoy de acuerdo en la mayoría de lo que dices hoy aquí. Yo tengo un problema añadido, estoy perdiendo la confianza en las personas y no solo hablando de clientes…
Que por cierto, a día de hoy, no tengo XD
Madre mía… Míster Acedo. Voy a tener que actualizar mi foto de perfil de Facebook poniéndome un monóculo. 😀 (Gracias crack)
Estoy de acuerdo en lo que dices… y no te hablo desde mi punto de vista como fotógrafo freelance, si no como director de arte en agencia.
Hay que intentar que los proyectos salgan lo mejor posible y yo siempre intento «educar» a los clientes y hacerles valorar la diferenciación que dan unas cosas y otras. Que cuando se plantea un proyecto, no es tan desorbitado incluir el precio de un fotógrafo o de una buena tipografía (sí, los tipografos también tienen que comer), o el de un desarrollador que sepa hacer el carrito de la compra en Ajax… Y hacerles entender el valor añadido que tiene contar con ese tipo de recursos para trabajar en su marca. Que no es lo mismo (digo una chorrada), poner en el apartado «Contacto» de su web una foto de una rubita holandesa con ojos azules y un pinganillo en la oreja, que a Mari Ángeles, su secretaria real. Que esos detalles que parecen una chorrada para él, realmente el usuario lo nota, y no siente que le estás engañando así a primeras.
Las veces (por suerte, cada vez más) que los clientes entienden estas cosas y se dejan aconsejar, el proyecto final acaba mucho mejor, tanto para tí porque lo haces con más ganas, como para e´l que acaba con un producto de más calidad. Ya se me han dado el caso de varios clientes que luego han venido a agradecérmelo, porque han notado las ventajas de hacer ese tipo de cosas (sobre todo por el tema del ROI), que no es lo mismo sacar un producto que no se venda o el mismo producto con una buena publicidad.
Siempre intentas que los proyectos salgan lo mejor posible y pero a veces te topas con esos clientes incómodos, que poco a poco destrozan tu trabajo (es cuando te viene a la cabeza eso de: «Yo no le digo a un mecánico como debe arreglar mi coche»)… Que es cuando entras en «modo fábrica» como dice Armando… esas veces que queman una barbaridad. Pero tienes que hacer porque tienes que cubrir gastos a fin de mes. Y con no ponerlo en tu portfolio basta.
No sé si me he enrollado demasiado… 😛